Caminando por el centro de la ciudad encontrarás uno de los templos más antiguos de Beja: la Iglesia de Santa María. Esta iglesia data de la época visigoda de la segunda mitad del siglo XIII y durante la ocupación musulmana probablemente se transformó en mezquita.
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Beja la antigua Pax-Julia fue un centro económico, militar y administrativo de extrema importancia en el proceso de colonización romana de la Península Ibérica.
Hay referencias a este antiguo templo, desde el reinado de D. Fernando, cuando servía como parroquia de São Tiago. En la época de Filipe I (1590) sufrió reformas que cambiaron definitivamente su aspecto medieval y en 1624, debido a su estado de abandono, se reconstruyó al gusto de la época.
Construida fuera de las murallas, junto al castillo y de una de las puertas romanos de la ciudad, la puerta de Évora, esta iglesia en la sencillez de su fachada “esconde” la preciosidad artístico-arquitectónica que guarda en su interior. Un notable conjunto de capiteles dan fe de su origen visigodo.
Ubicado junto a la torre del homenaje, sobrevivió en gran medida porque estuvo atrapado entre patios traseros y casas durante muchos años. Bajo el arco aún se pueden encontrar restos del primitivo pavimento romano.
Esta entrada posiblemente se remonte a la época romana. Las referencias más antiguas que se conocen datan del siglo XVI.
En torno a ella se estructuró la milenaria Pax-Julia. Desde su cima se puede observar la ciudad y los campos que la rodean.
Uno de los más interesantes de la ciudad, con una ornamentación protagonizada por un toro que cruza capiteles redondos decorados con motivos florales.
Además del nombre, todo parece esconder viejas historias y leyendas entre moros y cristianos.
Cerca de Mouraria y Alcaçarias, su fundación se remonta a 1264. En 1519, se estableció allí la Cofradía del Cuerpo de Dios. Las diversas reconstrucciones eliminaron aspectos dignos de destacar.
Los “Escalones” son pequeños altares que representan los diferentes episodios de la Pasión de Cristo. En Beja, solo quedan los “Escaleros” de Portas de Moura, Praça da República y Rua Ancha. Es uno de los rincones más pintorescos de la ciudad. Consta de altar, retablo y frontón con incrustaciones de mármol. Fue ejecutado por António Nobre, cantero de Bejense, en 1675.
Este convento fue fundado en 1459 por los Infantes D. Fernando y Doña Beatriz, padres de D. Manuel I y de la Reina Doña Leonor.
Fue el primer convento que se construyó en las tierras conquistadas a los árabes y está situado fuera del cinturón de murallas y frente a la puerta principal de la ciudad, las Portas de Mértola.
Esta famosa vidriera perteneció al derruido Convento do Carmo, habiéndose aplicado al edificio actual a finales del siglo XIX.
Hasta el siglo XIX, la antigua Praça D. Manuel I tenía un arco manuelino en un lado, sin embargo, a finales del siglo pasado, parte de estos arcos fueron demolidos y el resto fue cubierto por los propietarios de las casas.
Tras la construcción de la Praça Nova, obra de D. Manuel I, su hijo D. Luís decidió dotarla de un mercado público. Para ello eligió uno de los remates de la plaza. Tan suntuoso era el edificio que el infante, en carta del 17 de abril de 1550, proponía a los consejeros del cabildo darle un destino más digno.
Situada junto al arco de Prazeres, tiene una fachada muy sencilla que no delata la riqueza artística de su interior.
Anteriormente conocido como “Postigo da Corredoura” por sus reducidas dimensiones y el hecho de que comunica directamente con el lugar donde se celebraban las ferias y donde corría el ganado.
La iglesia de “Pé da Cruz” se encuentra en el antiguo arrabal de Alcaçarias de la época de la ocupación árabe.
Cuando entramos en la ciudad por el lado de Lisboa, nos encontramos con la Ermida de Santo André. La primitiva ermita fue construida por D. Sancho I, en el lugar donde se reunió el capitán Fernão Gonçalves la noche del 30 de noviembre de 1162 para combinar el asalto a la ciudad.
